AGORAZEIN
(Verbo griego). Ir a la plaza para escuchar que se
dice, hablar, comprar, vender y verse con los amigos;
holgazanear al sol hasta que llegue la hora de la comida,
rezagarse hasta formar parte integrante de un magma
humano hecho de gestos, miradas y ruidos.
El marco urbano delimitado por las cercas medievales
se caracteriza principalmente por su despreocupación
de la existencia de éstas. Tal relación
fue en un principio espontánea. Dentro de
las cercas se apretaban las parcelas de estructura
medieval, se alternaban huertas con pequeñas
construcciones; en ocasiones, viviendas, en otras,
talleres. Aún, esta situación felizmente
sobrevive. La cerca significó para este desarrollo
la pared que ya existía, la primera piedra
de la casa, la valla de la huerta. Con toda naturalidad
se perforó para abrir la puerta, se montó sobre
ella la ampliación del pequeño taller.
Otras veces, las actuaciones no han sido tan sugerentes:
la agresiva escala del Gobierno militar o los edificios
de ocho alturas, las descontroladas agrupaciones
de viviendas y los descampados sin uso.
Nuestra actuación pretenderá recoger
y resaltar las sugerencias que aparecen a lo largo
del recorrido, tratando de disolver elementos extraños
o desentonados. En el interior, el recorrido a través
de la estructura medieval, entre patios y huertas,
permite conocer aquello que se esconde más
allá de las fachadas. Conectando antiguos
solares, limpiando cuidadosamente construcciones
ruinosas, resulta sencillo abrir caminos internos;
portalones que en el lienzo interior de la cerca
se abren sobre la trama medieval desde el paseo entre
muros.
En el exterior se proponen viviendas de dos alturas,
con patio interior y un cuerpo bajo de tiendas
o talleres. Su disposición en la franja perimetral
de la cerca irá aproximándose y alejándose
formando diferentes espacios en torno a ella. De
esta manera, ya desde Cantareros, adivinamos el perfil
de la cerca, perfil que nos guiará en todo
el paseo.