Primera
impresión: un planteamiento ambicioso, muchas
funciones para un solo lugar. El COAM, los ancianos,
la biblioteca, la iglesia, el deporte, los niños,
el aparcamiento, en un lugar cargado de historia, a
veces brillante, a veces triste.
Sin embargo, se nos hace necesaria una lectura unitaria
del conjunto; la imagen de un contenedor con muchos objetos
en su interior, como una gran bolsa de Papá Noel;
también está la “ordenación
tipológica”, la estructura original de las
Escuelas Pías, los “patios concatenados”,
y las referencias de Madrid: el Círculo de Bellas
Artes, con sus salones a diversas alturas, su teatro, la
cafetería, el vestíbulo y arriba, las clases
de pintura, y por fin, la terraza, mirando el cielo sobre
Madrid. Seguramente desde los tejados de este nuevo COAM,
podamos ver el Círculo, y otros tantos remates,
torreones, hitos de esta ciudad.
Con este equipaje vamos construyendo la propuesta. El
proceso es principalmente volumétrico, de observación
de la reacción de los edificios existentes ante
los nuevos volúmenes, de vigilancia de los vacíos,
de los espacios exteriores y de la trama urbana. Construimos
una unidad compleja que se extiende por el solar, comunicando
las diferentes funciones, dejando a su paso, espacios a
donde mirar, vistas sobre sí mismo, patios, plazas
o calles, lugares de relación.
La participación de los diferentes usuarios, particularizará cada
uno de estos lugares: la calle para los transeúntes,
los arquitectos y sus gestiones, los curiosos y estudiosos,
para la gente del barrio, la plaza elevada del primer nivel
para los mayores, las terrazas para los niños, sobre
los pabellones de planta primera, en las cubiertas soleadas.
Todo ello se desarrolla en torno a un espacio exterior
fluido, estratificado en varios niveles, muy claro de comprender.
Frente a la concepción de patio, como un vacío
al que se asoman los edificios, hemos creado un conjunto
de espacios abiertos ligados entre sí por el aire
que circula entre ellos. En la ciudad histórica
el proceso de sedimentación por capas no se detiene.
El nuevo edificio debe servir de referencia en el barrio
y se asoma por encima de las cornisas, buscando distinguirse.
En Madrid miramos hacia arriba, buscamos los áticos,
las torres, gatos y lagartos en las cornisas, algunos pingüinos.
Respetando las huellas anteriores, no se renuncia a dejar
la propia.
En el zócalo de la calle Hortaleza un mueble que
ocupa toda la altura de la planta, que se sobrepone a la
fachada, que se abre y se cierra como “les bouquiniers “del
Sena, como los puestos de libreros de Cuesta Moyano, formando
parte del edificio que vive en el interior y salta a la
calle para exponerse al peatón.